Fortuna Desafortunada


Gané la Lotería!
Jack Whittaker era un empresario exitoso de la construcción, radicado en una apacible ciudad de West Virginia. Llevaba vida de hombre casado, visitaba disciplinadamente dos iglesias, se dormía temprano y adoraba a su nieta adolescente.

Un día la vida le cambió: se ganó 114 millones de dólares -después de impuestos- en la lotería, pero casi nadie le dice afortunado, ni mucho menos suertudo.

Hizo lo que cualquier persona bien intencionada haría. Arrancó una fundación de beneficencia, le dio a las iglesias que asistía unos 7 millones de dólares, contribuyó con la construcción de un nuevo templo, apoyó económicamente a un sacerdote, y en total ha dado, según su abogado, unos 20 millones de dólares a causas de los más necesitados.

En conferencias de prensa y entrevistas de televisión -que fueron muchas- su discurso era el mismo: a él no le hacía falta el dinero, que sólo deseaba que su esposa, su hija y su nieta aprovecharan de su buena fortuna.

A su única y consentida nieta le compró un departamento, un auto, y le daba varios miles de dólares cada día, aunque luego se lamentó de que los muchachos sólo la buscaban por su dinero, pero esto sólo era el principio de sus problemas.

Una noche le robaron a Whittaker 545 mil dólares en efectivo y cheques de caja que había dejado en su camioneta mientras visitaba un bar de bailarinas topless, llamado el Pink Pony, donde también se cruzaban apuestas.

En la morbosidad incesante del pueblo, en particular cuando caen “los de arriba”, quedó establecida su reputación de parrandero y de estar fuera de control.

Se le acusa también de haber amenazado de muerte al gerente de un bar y de haberle hecho tocamientos a una edecán y solicitarle le enseñara sus partes privadas. Desde que ganó la lotería lo han multado en dos ocasiones por exceso de velocidad, así como por manejar en completo estado de ebriedad.

Cuando confrontaron a Whittaker de su cambio de comportamiento dijo que la pancreatitis que le habían diagnosticado años antes y sus 57 años de edad, lo habían convencido de disfrutar de unos 10 buenos años que todavía tenía.

Su esposa Jewel -ahora separada de Whittaker porque la dejó por otra mujer- declaró que deseaba que su esposo nunca se hubiera sacado la lotería, que le hubiera roto el boleto antes de que lo cobrara.

Pero lo más doloroso todavía no llegaba. Tras días de desaparecida, a finales del año pasado, encontraron el cadáver de su nieta Brandi en una camioneta fuera de la casa del que había sido su novio. La policía anunció que el cuerpo tenía varios días sin vida. Se manejó una versión no confirmada de sobredosis de drogas, en función de que meses antes, un amigo de Brandi había fallecido en casa de los Whittaker por esta causa.

Esta desafortunada historia le ha dado la vuelta al mundo y tiene diversos ángulos e interpretaciones.

Quizá lo más impactante es que confronta directamente y le da al traste a la fantasía de que si tan sólo tuviéramos mucho dinero, nuestra vida estaría resuelta, pagaríamos todas nuestras deudas, ayudaríamos a nuestra familia cercana y extendida, haríamos obras para ayudar a los más necesitados, y por qué no, compraríamos y gastaríamos en nuestros caprichos y excentricidades.

Ante lo acontecido con Whittaker, el dinero refuerza su noción de mito, de poderoso en la creación y en la destrucción. También parece romper con la idea de que el dinero es como una forma de llevar cuentas de éxito, o un score, en el camino por la vida del materialismo capitalista.

Hay una tentación, en particular por parte de los moralistas, de concluir que le fue mal a Whittaker porque el dinero “no se lo ganó con trabajo”, sino “que se lo dieron”. Esta visión tácitamente apela a lo “maldito” del dinero y a la dimensión de culpa por ganarse algo
“inmerecidamente”.

Una interpretación menos etérea y humanista pudiera explicarse a través de la vulnerabilidad emocional y psicológica de las personas y la propensión para perderse en el exceso.

Sin ninguna duda, en analogía al Rey Midas, Whittaker daría toda su fortuna ganada, y la que le quedara, para que su nieta regresara a la vida. Pero no se trata de un juego de suma cero, donde lo que se gana en un lado se tiene que perder en otro. No se trata necesariamente -como lo describían los griegos- de que la gloria forzosamente tiene que pagarse con tragedia, ni de una historia que pueda extrapolarse para todos los casos de fortuna repentina.

Tampoco hay que ser tan pesimistas. La gente con dinero -ganado, heredado, o regalado- en general tiende a ser más saludable, equilibrada, longeva e instruida, o por lo menos así lo han concluido varios estudios desde hace años atrás.

Tras una fortuna inesperada, también pueden salir las cosas bien; se pueden mejorar los niveles de vida, asegurar la educación de las siguientes generaciones, ayudar a los necesitados, fundar movimientos u organizaciones altruistas. La fortuna puede compartirse y sembrarse para hacerla florecer en causas tantos filantrópicas como egoístas.

¿Quién no ha comprado boletos de lotería? ¿Quién no ha guardado el deseo oculto de hacerse millonario de golpe, de acertar rotundamente en los negocios, de comprar acciones que suban vertiginosamente su valor, de heredar de algún misterioso y lejano pariente?

Para cerrar, viene al caso un fragmento que escribió Víctor Hugo en el Siglo XIX:

Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa, y que ya maduro no insistas en rejuvenecer, y que siendo viejo no te dediques al desespero. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.

Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico, Y que por lo menos una vez por año pongas algo de ese dinero frente a ti y digas: “Esto es mío”. Sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.

¿Tu qué harías con 114 millones de dólares? (245 mil 100 millones de bolívares: 245.100.000.000,00Bs.)

Fuente: Desconocida.

P.D.: Para los que han visto la serie LOST que acá en Venezuela vemos a través del canal por cable AXN, algo parecido le sucedió a Hurley (Jorge García) que se ganó la lotería y le pasaron muchas desgracias después hasta que terminó “perdido”. Por otra parte, nadie escaparía a que ahora todos son tus verdaderos amigos; a diversas solicitudes de préstamos y favores, y si te niegas eres un desgraciado egoísta que ahora que tiene dinero “les sacó el cuerpo y no se acuerda de nadie”; seguramente tendrías que mudarte de la ciudad o del país, porque serías víctima de l@s envidios@s, de los secuestradores comunes y “express”. En conclusión, yo prefiero ganar lo suficiente para invertir en un negocio que mantenga los gastos familiares y de vez en cuando alguna que otra comodidad. :P

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